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En una época en la que la democratización de la tecnología es un hecho irreversible, y en la que la popularización de las telecomunicaciones y el acceso a múltiples paradigmas digitales facilitan y condicionan el día a día de personas y empresas, nadie deja de percibir la necesidad y los beneficios de digitalizar parte de su actividad personal y profesional.
Pero esta realidad incontestable, por la que nadie en el mundo empresarial duda de la necesidad real de una transformación digital de su negocio, lleva consigo el riesgo de confundir los medios con el fin y el peligro de desgastarse con importantes esfuerzos tecnológicos hacia objetivos equivocados.
Si bien la tecnología es la cara visible y la palanca imprescindible de la evolución a lo digital, no es más que la ventana que muestra el profundo cambio de las necesidades y expectativas de los clientes, razón de ser de cualquier negocio.
Los clientes que viven en el ecosistema digital, que en pocos años serán la mayoría, demandan otra forma de hacer negocios, tanto en su modelo de relación como en la total adaptación del contenido de los productos y servicios a sus tiempos y circunstancias particulares.
La empresa se quedará fuera de este ecosistema si no cambia su forma de relacionarse y se adapta al cliente, que, cada día tiene más medios y criterio para decidir cómo y con quién satisface sus necesidades.
Por tanto, podemos afirmar que la transformación digital no es una simple digitalización o tecnificación de los procesos, sino una necesidad de reinvención de la forma de hacer negocios, es decir, una transformación de cómo se relaciona y cómo presenta, e incluso rediseña sus productos y servicios para que puedan subsistir en el ecosistema digital.
Ya hay muchas empresas competidoras, fundamentalmente grandes compañías y otros “imprevistos” nuevos actores, que lo han entendido y ya lo están incorporando al ADN de su negocio.
¿Conocen y están decididas las empresas de menor tamaño a unirse al cambio? ¿Saben hacia dónde y cómo emprender este proceso? Porque quien no afronte esta transformación tiene una altísima probabilidad de quedarse fuera.
No importa lo grande que haya sido el éxito de ayer, que ya es pasado, porque un mundo en constante transformación convierte en efímero cualquier éxito si no se está permanentemente abierto a la adaptación al cambio. Cada vez con mayor contundencia una empresa sólo es sostenible si desarrolla la agilidad para percibir y la flexibilidad para abordar el cambio: en los clientes, en los proveedores, en los empleados, en los propietarios, en el entorno en el que se desarrolla.
La complejidad de avanzar en la transformación digital estriba en que no es fácil intentar penetrar en su interior sin quedarse enredados en conceptos e iniciativas, casi siempre meramente tecnológicas. Ordinariamente están acompañados de un gran desconocimiento y prejuicios, y requieren inversiones sin claro retorno y asumir riesgos que no siempre se saben valorar en proporción al objetivo propuesto.
En este contexto, no es extraño que los equipos directivos no superen la indecisión e, incluso, el miedo inherente a los cambios en los que hay una fuerte componente de desconocimiento, más difícil de obviar cuando el resultado actual de la empresa es satisfactorio.
Es imprescindible romper esta dinámica, salir de la zona de confort de lo conocido, y abordar con profundidad y profesionalidad el porqué, el dónde y el cómo de esta transformación.
El objetivo no es simplemente cambiar la apariencia del negocio, o mejorar esto o aquello, ni se trata de incorporar al catálogo de recursos de la empresa más o menos artefactos digitales.
El objetivo es reconstruir la forma del negocio para que pueda crecer y consolidarse en el mismo ecosistema del cliente digital, y esto afecta a todas las actividades, recursos y fundamentos del negocio. Se requiere que impregne tanto la estrategia como la táctica, que esté presente y sea fundamento tanto de las iniciativas de desarrollo de negocio como de las enfocadas a la eficiencia operativa.
Esto no es posible sin una concreta formulación de la estrategia de la empresa que permita combinar con habilidad el largo y el corto plazo. Los responsables de la empresa han de diseñar y liderar el cambio cultural, de modo que, basados en el conocimiento de los cambios en el entorno de mercado y en los recursos tecnológicos, concreten las estrategias de desarrollo y crecimiento, con el convencimiento de que las aspiraciones no siempre se traducen en acciones inmediatas, sino en un plan viable y eficaz.
Se necesita acompañar a la definición estratégica con un claro liderazgo que abarque a todos los ámbitos y recursos del negocio. Un liderazgo basado en una decisión firme e irrenunciable de reconvertir el negocio hacia el ecosistema digital. Un liderazgo apoyado en una solvencia creativa e innovadora capaz de entender el cambio que supone y de asumir sus riesgos.
Y un liderazgo comprometido con el objetivo común, de modo que mueva a la empresa a reconsiderar todas y cada una de sus fundamentos y palancas, haciendo contestar a preguntas como:
No son preguntas de fácil formulación ni de fácil contestación, fundamentalmente porque las inquietudes a las que dan forma y sus respuestas suelen están condicionadas por la historia y capacidades de la empresa y de sus personas.
Es imprescindible identificar e incorporar a las personas que tienen el talento y la voluntad suficiente para poner en cuestión y analizar con eficacia todos los resortes de la empresa. Por tanto, es un liderazgo apalancado en equipos, siempre multidisciplinares, compuestos de personas con contenido y talento suficientes como para conducir en medio de los riesgos, incertidumbres y dificultades con objetividad y contundencia.
De la decisión estratégica de la empresa y de la acertada elección de líder depende de que la transformación digital sea en una amenaza para la disrupción de la empresa o se convierta en una oportunidad de reinventarse para incrementar y consolidar el negocio de una manera sostenible.
Será una simple amenaza si la empresa no es capaz de superar la aversión al cambio que trae consigo la autocontemplación de su propia excelencia y la negación de lo desconocido o incierto. Porque esto no solo acentúa la distancia con el cliente, de modo que tarde o temprano dejarán de coincidir, sino que mina la capacidad de la empresa de adaptarse a las demandas del entorno de su negocio.
Será una oportunidad si se entiende que la transformación digital es una manifestación de la necesidad de situar al cliente en el centro del negocio, y que sólo la capacidad de la empresa de adaptarse con rapidez y eficacia a las necesidades y hábitos del cliente van a ser palancas presentes y futuras para un crecimiento constante y sostenible del negocio.
Gracias a la transformación digital los líderes empresariales han visto ampliadas las expectativas de más y mejores negocios, y han sido conscientes de la necesidad de una sólida estrategia de la empresa basada en la prudencia pero potenciando toda la creatividad, talento y e innovación posibles.
¿Y tú, a qué estás esperando para liderar la transformación digital de tu empresa?
Director General de Cibernos y Agile Plan con más de 15 años de experiencia en proyectos de transformación digital en empresas de diversos sectores.
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